lunes, 7 de diciembre de 2009

Fantasías de Verano


Parte 1





"No puedo llorar, hoy ya no, estpoy cansado. Quizás mañana tampoco. Estoy parado frente al precipicio, con los brazos extendidos y oigo voces, pero no me interesan, solo quiero respirar.

Yo no creo en muchas cosas, como en que alguna vez encontraré a alguien que me dé un sentido, me gustaría creerlo, pero me cuesta trabajo, y siento que el tiempo se me resbala como jabón por las manos. A veces, casi siempre, por las noches, pienso que si cierro los ojos todo está bien y que soy otro, diferente, no alguien más, yo mismo. Tampoco creo en los finales felices, tampoco en los trágicos, solo en que todo termina de la manera en que no quieres".

Había una vez, en un lugar muy normal, cerca del mar, un joven que estaba a punto de ser hombre. Su padre había muerto, su madre también y tenía un hermano menor que dependía de él. Lubdín Lombardo era su nombre y su hermano Román, Lubdín y Román Lombardo. Se suicidó. Pero, ¿Cómo llegó Lubdín hasta ese punto? La historia no es tan larga, todo empezó cuando su madre murió, ahogada, en el océano, azul, maldito, y profundo. Lubdín tenía solo quince años y no pudo hacer nada para salvarla. Su padre no pudo superar el duelo y se disparó en la cabeza haciendo volar sus sesos por la cocina y traumando de por vida al pequeño Román.

¡Lubdín!, ¡Lubdín, date prisa! —, gritaba su madre en el carro mientras esperaban a Lubdín para ir a la playa

¡voy, ya voy! —, respondió enfurecido, él odiaba ir a la playa tanto como ir al dentista

El camino a la playa siempre fue melancólico, triste, sólo. Kilómetros de carretera igual, asfalto, costa, playa. Gente corriendo a la orilla del mar, paseando a sus mascotas, vendiendo paletas de hielo, comida. Cometas en el cielo, olas y chicas en bikini. A simple vista cuando uno observa a Lubdín pareciera que se identifica con la tristeza, pero no es así, él quiere ser feliz. El quiere realizarse, el quiere convivir con su familia, pero es normal que la familia sea un poco disfuncional.

Los cuatro, sentados en la playa, almorzando. Su madre, hermosa mujer de treinta y cinco años, mal vividos al lado de un hombre que solo se ve que respira. En traje de baño, rojo, pegado a la piel, aún arrebataba algunas miradas de los hombres de la playa. Nada en el agua, un poco lejos de la playa. El viento comienza a soplar con más fuerza, el cielo se nubla, las olas son más fuertes. Lubdín se comienza a preocupar y ve a su padre tomando una cerveza y al pequeño Román cobijándose como respuesta al frío que comienza a hacer. Busca a su madre, comienza a llover. La lluvia se hace más fuerte y su madre desaparece entre la marea. Jamás vuelve a saber de ella. Por eso dice que murió ahogada.

Un año más tarde, llegando de la escuela, Lubdín entra en la habitación de su padre y lo ve observando fotografías con lágrimas en sus ojos, media hora más tarde se escucha un disparo en la cocina y una fotografía de su madre manchada de sangre.

Toma a Román de la mano y corre a casa de su mejor amiga, Laurent, llora junto a ella

¡Laurent!, ¿Por qué a mí?

Tú no tienes la culpa de nada, solo eres desdichado—, Laurent, amiga incondicional y amor secreto de Lubdín, jamás se lo dirá.

Lubdín se lo cuenta todo también a su hermano Román, de catorce años

Laurent es hermosa, hoy me consoló y lloré junto a ella

¿Cuándo le dirás que te gusta?

Más que gustarme, creo que ya la amo, esto se convierte en algo más feo

Pero, ¿le dirás?

No lo sé, lo pensaré

Llevas años pensándolo

¿y tú que sabes?, eres un niño—, le dijo desarreglándole el cabello

Tengo casi quince, sé demasiado

Demasiado como para que te quedes callado.

Román en verdad sabía demasiado, a veces solía ser más maduro que muchos pre adolescentes de su edad o que el mismo Lubdín.

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