viernes, 14 de mayo de 2010

Eternidad




De pronto me di cuenta del valor de la eternidad y de la memoria, del tacto.
El saber disfrutar los pequeños y más insignificantes placeres de la vida, hasta los más grandes como correr junto al mar, seguir conociendo, platicar con personas diferentes, tocar con tus pies la arena de la playa, bucear y conocer otro mundo, andar por los aires desde una avioneta, sonreír.

Si tal vez en un futuro, como todos, no podré contar mi historia a mis nietos, mi alma quedará gratificada en cada segundo que transcurra de mi muerte. Y así, tener la agonía mas hermosa del mundo, satisfecho, no hay nada mejor que cerrar los ojos para morir, en lugar de morir y luego cerrar los ojos.

Y sé que no debo temer, se que el reloj sigue corriendo su curso, pero las esperanzas no se quedan atrás, solo es cuestión de querer.


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