sábado, 23 de julio de 2011

Cuentos: "Folié" (1)

Folié



Llegando, los árboles, los postes de luz, las pocas casas que hay en la carretera, se ven difuminadas por la velocidad. Dejando un velo de colores impregnado en el vidrio de la ventana del autobús donde me encontraba.

Y hace la parada, en el kilómetro 43 de la carretera. Y entre los árboles grandes, en medio del bosque, los pinos protegían la cabaña a la cual había llegado para escapar de mi enfermedad.

Y estaba solo, tenía que estarlo, tanta naturaleza, tantos ruidos de pájaros, tanta tranquilidad, tanto mundo, me abrumaron de inmediato.

¿Cómo no iba a importarme la soledad?, si estaba solo, ¿cómo no iba a extrañar? si no había nadie, ¿cómo no me iba a curar? si estando aislado, no distinguiría entre la locura y la cordura cada mañana

Caminé despacio hacia la casa, los pisos de madera crujían y se quejaban de que yo los pisara. Pues que yo sepa, a nadie le gusta que lo pisoteen.

Lo único que hice fue ir al primer cuarto, acostarme en la cama y echarme las cobijas encima tratando de dormir y despertar al otro día, o al siguiente de ese, o al siguiente, o al siguiente, o al siguiente...

Después de todo, solo desperté al día siguiente. En la tarde, casi de noche. Lo sé porque los pájaros llegaban a los árboles y se escondían, traté de ver el atardecer. Era tan difícil ver un ocaso, lo intente ver por la ventana, busqué un campo abierto, en una colina y nada. Noche.

Hacía frío después de las siete, me senté junto a la chimenea, pero no había fuego, solo quería sentir un poco de calor en mi cuerpo y me puse cientos de cobijas encima. Me quedé dormido.

No se cuantos días habrán pasado después de eso, pero cuando volví a ver el sol. Salí por el patio de atrás y el bosque estaba espeso. Solo un tenue rayo de luz iluminaba. Escuché un ruido o un lamento en la lejanía, pero se escuchó muy cerca primero. Mi cuerpo se estremeció, mis pupilas se abrieron en su máxima capacidad y mi curiosidad de tal vez no estar solo apareció.

Los días transcurrían como agua derramándose por la orilla de un vaso. Recostado enfrente de la ventana, miraba como empezaba el viento a mover a los árboles a las 7 y treinta de la tarde. A esa hora, trataba de prepararme café, pero nunca había azúcar, buscaba en la alacena, en todas las puertas, hasta en el refrigerador, en toda la casa. Y nada. El sólo vaso vacío. Sosteniéndolo con mis manos que temblaban de frío, de nervios, de todo.

Y vuelvo a escuchar el lamento en la lejanía. Y me preguntaba que como podría saber que si era real o fantasía. Y no había respuesta. Yo estaba enfermo, era un hecho.

Pero ahí, en un hueco entre el espeso bosque, apareció una silueta que aparentemente estaba mirándome. La piel se me volvió a enchinar, los vellos de mi brazo se erizaron, mi corazón latía muy rápido y yo solo me abrace con mis cobijas y traté de cerrar fuertemente los ojos mientras esa sombra seguía mirándome.

Cuándo volví a abrir los ojos, ya no estaba aquella sombra y aún estaba oscuro. Pensé que jamás iba a estar tranquilo mientras alguien o algo me custodiara allá afuera desde la oscuridad. No podía vivir con eso. Que si estaba loco, que si no, ¡ya no importaba!, me sentía en peligro, en mi mente, en mi entorno, en mi realidad, cual quiera que fuera esta. Estaba desesperado y muy angustiado.

Decidí salir de la casa. En dirección donde había visto a aquella silueta con forma humanoide. Pero fue tan difícil cruzar un pie hacia afuera, simplemente no me atrevía. Así que corrí y grité al mismo tiempo, como el loco que suelo ser. Incluso cerré algo los ojos, de pronto ya estaba en medio del bosque a unos metros de la casa. Solo me iluminaba ese pequeño rayo de luz que emitía la luna gracias al sol que estaba frente a ella y que los árboles permitían penetrar hasta el suelo.

Y luego las ramas que estaban frente a mi, se movieron, y yo, asustado, me eché lentamente hacia atrás. Pero luego vi una mirada. Mis ojos se abrieron como platos y corrí todos esos metros hasta la casa y luego hasta mi cama y luego me quedé dormido escuchando como se movían las ramas de los árboles al rededor de la casa, como alguien intentando subir hasta mi ventana.. .

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